Lloramos porque no podemos amar, porque no nos interesa nada, no creemos en nada, vivimos para nada, porque somos libres; libres como las barcas perdidas en el mar.
Sólo se vive una vez, y yo no quiero esperar esa felicidad universal. Ante todo, quiero vivir. Si no sintiese este deseo, sería preferible no tener vida.