Los efectos del amor o de la ternura son fugaces, pero los del error, los de un solo error; no se acaban nunca, como una cavernícola enfermedad sin remedio.
Solo en contadísimas ocasiones encontramos a alguien a quien podamos transmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección. Es casi todo un milagro, o una suerte inesperada, hallar a esa persona.