La vida no pertenece al hombre. Le sobrepasa porque ha sido recibida de Dios. Es sagrada. Ningún hombre puede disponer de ella a su antojo.
La dignidad del hombre requiere que obre según su libre elección, sin ninguna coacción externa.
No desprecies el recuerdo del camino recorrido. Ello no retrasa vuestra carrera, sino que la dirige; el que olvida el punto de partida pierde fácilmente la meta.
Se puede pecar contra la verdad lo mismo por omisiones calculadas como por informaciones inexactas.