La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte halles algo que aprender.
Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz.
Los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van.
He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido.
Verdaderamente, el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos.
Quien no castiga el mal, ordena que se haga.
Así como el hierro se oxida por falta de uso, también la inactividad destruye el intelecto.
Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he aprendido cómo morir.
Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos.
Nuestras mayores tonterías pueden ser muy sabias.