El silencio del envidioso está lleno de ruidos.
Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.
Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ha hecho no te fijes en lo que ha logrado sino en lo que aspira a hacer.
Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros.
La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía.
Si no puedes trabajar con amor sino sólo con desgana, mejor será que abandones el trabajo y te sientes a la puerta del templo a recibir limosna de los que trabajan con alegría.
¿Dónde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos?
Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños.
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.