El tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia es realmente fino.
El silencio es tan profundo que casi hace daño en los oídos.
Lo mejor es la ayuda mutua. Como todos sabemos que somos imperfectos, intentamos ayudarnos los unos a los otros.
Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir.
Cuando otros me abrazaban, pensaba en ti. Por eso no quería verte. Porque sabía que ya no podría dejarte.
A veces no hay nada tan importante como los recuerdos.
Lo que ya ha sucedido es igual que un plato roto en mil pedazos. Por muy esforzadamente que lo intentes, ya no podrás devolverlo a su estado original.
Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta.