El destino, el azar, los dioses, no suelen mandar grandes emisarios en caballo blanco, ni en el correo del Zar. El destino, en todas sus versiones, utiliza siempre heraldos humildes.
La vida no es noble, ni buena, ni sagrada, y no hallo nada que respetar ni venerar en el cielo ni en la tierra... pero gracias a este hijo tenido y perdido habrá ya siempre para mí, en lo más puro de la luz, un ser sagrado, una criatura de oro.