Ningún poder humano puede jamás violentar el sagrario impenetrable de la libertad del corazón.
El sufrimiento depende no tanto de lo que se padece cuanto de nuestra imaginación, que aumenta nuestros males.
La fuerza no puede jamás persuadir a los hombres; sólo logra hacerlos hipócritas.
El que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni el bien ni el mal; ni conoce a los hombres ni se conoce a sí mismo.
El amor lo toma todo, y todo lo da.
Sólo el infortunio puede convertir un corazón de roca en un corazón humano.