El hombre es el más misterioso y el más desconcertante de los objetos descubiertos por la ciencia.
El hombre no debe seguir ciegamente un derrotero fijo.
Las verdades de los hombres tienen que ser como piedras y los cargos que ejercen, como cántaros: pase lo que pase debe romperse el cántaro.
El horizonte está en los ojos y no en la realidad.
Nuestra fuerza esta en nuestro ideal con nuestra pobreza, no en la riqueza sin ideales.
El arte de un príncipe consiste en hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano.
El carácter humano es como una balanza: en un platillo está la mesura, y en el otro la audacia. El mesurado tímido y el audaz indiscreto son balanzas con un brazo, trastos inútiles.